Powered By Blogger

sábado, 17 de septiembre de 2016

CANADÁ

Llevábamos 3 años detrás de nuestro objetivo, Canadá. Debido a circunstancias no pudimos realizarlo, todo de cara esta vez fuimos montando las piezas del viaje poco a poco con bastante tiempo, queríamos visitar ciudades, naturaleza y actividades. Economía sin renunciar a nada, transporte público, supermercados.. jugamos bien nuestras cartas..
El listón estaba en su punto más alto, Japón o Noruega en nuestra modesta opinión era algo insuperable.
Con ese pensamiento barajamos posibilidades, por lo menos para intentar igualar las experiencias aunque de antemano sabíamos que iba a ser cuanto menos tarea difícil, casi imposible..


2 Septiembre 2016

Todavía temprano debido a la reducción de horas durante el vuelo llegamos al aeropuerto Pearson Internacional de Toronto. Ordenadamente comenzamos a abandonar el angosto Boeing 787 800 de Air Canadá excesivamente pequeño para un vuelo transoceánico que casi obliga a tomar algún remedio para ayudar a la circulación de las piernas.
25 minutos tarda en recorrer el tren expreso (UP Express), los 35 kilómetros que separan el aeropuerto de la estación de la Unión en el downtown de la bulliciosa ciudad de Toronto, que a esas horas hervía frenéticamente entre el denso tráfico y los peatones en las calles..
El intenso calor podía sorprender dadas las fechas y el frío extremo que aquí se sufre en invierno. Hasta 35 grados bajo cero.
Imponente la Torre CN, visible desde toda la capital económica de Canadá aunque oficialmente esta sea Ottawa. Comenzamos a caminar hacia nuestro hotel por larguísimas y céntricas avenidas entre altos edificios de hasta 70 pisos como el Trump Tower, uno de los más altos de la ciudad.
Los rayos de sol se reflejaban en los cristales de los rascacielos y el efecto espejo intensificaba el calor en el interior de las calles.


Nuestro alojamiento, un discreto hotel que cubría suficientemente nuestras necesidades, se encontraba no muy lejos junto a parte del campus universitario extendido este por toda la ciudad y que en estos días se celebraba el comienzo de curso con música y los tradicionales puestos dónde los alumnos tratan de captar a otros estudiantes para sus clubs/residencias de hermandades o actividades extra escolares. Conseguimos atravesar esa marea de estudiantes y por fin llegamos al hotel.
Tras descansar salimos hacer el primer contacto con la ciudad, uno de mis momentos preferidos. Dirigiéndonos por Wellesley y Yonge St, la calle más animada de Toronto hacia Bay con Queen St, dónde se encuentra el viejo y nuevo Ayuntamiento, el famoso cartel de Toronto con sus letras de colores miles de veces fotografiada cada noche. Docenas de nacionalidades disparaban sus flases hacia el mismo sitio en un orden casi perfecto.


Caminamos por Dundas St, unos asiáticos organizaban minuciosamente filas de futuros clientes que esperaban pacientemente acceder a lo que parecían restaurantes de moda en esos momentos casi obstaculizando el tránsito de peatones en las aceras. Una música nos desvió la atención hacia Yonge Square, una céntrica plaza rodeada de neones publicitarios y pantallas gigantes de televisión al estilo de Time Square de Nueva York. Repleta de gente en su mayoría de color escuchaban atentamente a un famoso cantante y DJ internacional que enseguida reconocimos. Casi todas las noches parece ser se celebra un evento en este lugar, zona cero comercial y de ambiente en la ciudad.
Decidimos disfrutar de la música un buen rato y observar a la gente, entre ellos varios jóvenes empujando un carrito sobre el que llevaban una enorme olla repleta de una sopa que repartían gratuitamente entre los asistentes dando un ambiente cordial y agradable a la noche.
A a la mañana siguiente caminamos por Spadina Road observando parte del campus de la Universidad ocupada por los típicos autobuses amarillos escolares y viejos enladrillados edificios victorianos..


hacia la famosa Casa Loma, pequeño castillo-mansión propiedad de un ilustre personaje torontiano quien fundó el sistema de electricidad en Toronto. Merece la pena su visita exterior y las magnificas vistas desde el lugar.
Continuamos en el ROM, Museo de Historia Natural de Ontario, animales conservados, esqueletos fosilizados de dinosaurios y otras exposiciones lo ocupan.
Pronto se hizo la hora de comer y que mejor sitio que acercarnos al mercado St. Lawrence, toda una institución en Canadá. National Geographic lo destaca como uno de los mejores mercados del mundo. Rebosante de vida y frenética actividad, puestos de carnes como bisonte, alce, pescados.. se mezclan con pequeños restaurantes de pasta, marisco u otros a los que se puede comer allí mismo, en unos minúsculas mesitas en mitad del pasillo dónde una marea de personas nos rodeaba intentando probar las muestras de productos que se ofrecen en casi cada puesto.
Se dice que los mejores chef de Toronto compran aquí.
Él calor en el exterior era intenso, el sol abrasaba, unos círculos en el cielo despejado llamó nuestra atención, unos aviones militares dibujaban formas en el cielo.
La gente se agolpaba frente al lago Ontario como espectadores de la exhibición de aviones qué aterrizaban y despegaban en el pequeño y curioso aeropuerto de Toronto city situado frente al skyline y la isla de Toronto.
Paseamos por el bonito paseo Harbor Square Park, dónde los niños corrían detrás de las ardillas que pueden observarse por toda la ciudad.. con la mirada puesta en las tranquilas aguas que de vez en cuando se agitaban al paso de una alguna pequeña embarcación...Nos dirigimos por Water front trail, Queens Quay hacia la amplia y larga avenida Spadina en la zona Oeste de dowtown, atravesando China town, la comunidad china mas grande de Canadá, atestada de sórdidos negocios que no invitaban a su visita. Multitud de restaurantes, algunos de aspecto poco higiénico pero delicioso género según los críticos..






Llegamos a nuestro destino, kesington market. No es un mercado propiamente dicho sino una zona comprendida entre Espadina Ave- College St y Dundas St. Ambiente hippie, tiendas de ropa nueva y usada, pubs con licores y cervezas artesanas, arte urbano y calles cuidadosamente decoradas. Actuaciones de música en vivo brotan en cada esquina, más la diversidad de su gente siempre amistosa y con ganas de charlar le da un toque siempre festivo cada noche a este barrio.



Anochecía y qué mejor momento para subir a la CN Tower situada en el llamado distrito del entretenimiento junto al Roger Center, estadio de béisbol de los Blue Jays el equipo de la ciudad.


De 550 metros de altura aproximadamente es la quinta torre más alta del mundo, se dice que desde ella y en de un día claro puede divisarse la nube de agua que provocan las cataratas del Niágara a 130 km de distancia.
Aunque en mi opinión..- El observatorio está demasiado alto para disfrutar de las vistas de la ciudad, sustenta bastante tiempo de espera para acceder y elevado precio..

Eran las 8:45, un goteo de viajeros entraban cargados de maletas en la vieja y pequeña estación de autobuses Greyhound, situada entre Dundas St y Bay St, dónde parten y llegan incesantemente decenas de autobuses desde y hacia muchas partes de Canadá y Estados Unidos.
La pantalla del viejo monitor indicaba la próxima salida de nuestro autobús de la empresa Coach Canadá que puntualmente partió hacia nuestro destino, Niágara.
130 kilómetros rodeando el lago Ontario por su vertiente Suroeste hasta llegar a la pequeña población de Niágara. No confundir con la maraña de hoteles, casinos, capillas, restaurantes y otras atracciones situadas frente a las Cataratas.
Calles atestadas de gente casi imposible de sortear..Un lucrativo negocio.
El tramo desde la pequeña estación de autobuses hasta este pseudo-parque nacional era bastante agradable. Casitas con jardín se alineaban frente al río Niágara, pronto empezamos a escuchar lejano el estruendo de agua al caer. El río parecía nacer de la herradura que forman las caídas compartidas entre Canadá y Estados Unidos. El sofocante calor hacía que la enorme fila para coger el ferry que nos llevaría hasta las entrañas de la misma catarata se eternizase por momentos, pero mereció la pena.
Los 5 motores casi eran incapaces de empujar al barco dada la enorme fuerza del agua. Dos barcos, uno americano y otro canadiense se alternaban para adentrarse en la catarata..



Se agradecía la fina ducha de agua que recibíamos en oleadas, el estruendo y la caída prácticamente encima de nosotros mostraban un espectáculo increíble..
Teníamos comida preparada, un cuidado césped nos hizo de mantel improvisado para nuestro picnic a la sombra de un gran árbol desde donde observamos la variopinta cantidad de visitantes, muchos de ellos de matrícula estadounidense que habían cruzado con sus vehículos por la aduana atravesando desde Estados Unidos el puente de Rainbow Bridge..
Mas tarde..
Nos situamos encima de la cascada junto al abarrotado centro de interpretación, desde las grandes ventanas de su segunda planta se podía observar una vieja hidroeléctrica que en otra época abasteció de luz a toda la ciudad de Toronto, ahora abandonada.



Las gaviotas se remolinaban encima del agua observando a los turistas peleando por un hueco en el balcón desde donde disparar sus cámaras de fotos.

De vuelta en Toronto..
El volumen de la música del concierto de esa noche en Yonge Square dificultaba la conversación desde la terraza del Hard Rock Café, donde celebrábamos el cumpleaños con unas buena cena y unas cervezas....

Día 5 de septiembre.
Día del Trabajo. Festivo en Canadá, una auténtica marea de personas bajaban por todas las calles del centro hacia un mismo destino..Jack Layton ferry terminal, con la intención de disfrutar del soleado y caluroso día festivo en la Isla de Toronto y sus playas. Así que para integrarnos como dos canadienses mas, es lo que hicimos...


Un auténtico oasis pegado a la ciudad y bañado por las tranquilas aguas del lago Ontario, enormes praderas de césped, lagos interiores, casas de verano y playas.. Recorrimos gran parte de la isla,
atardecía y el sol se reflejaba en el agua dándole un color dorado, la gente abandonaba la isla y la tranquilidad y el silencio reinaban en la ya desierta playa. Momento para disfrutar paseando con los pies en el agua dulce. Se hizo noche cerrada y la nula iluminación en la isla hacía imposible la orientación, solo algunos rezagados delante y detrás de nosotros nos indicaba el camino correcto. Los grillos rompían el silencio, pequeñas culebras salían del césped al calor del asfalto y sobresaltaba nuestros pasos..




    Llegamos al muelle y allí iluminado estaba... Él imponente skyline de la ciudad!          

La mañana era fresca caminando por Bloor St hacia la franquicia de alquiler de vehículos donde teníamos reserva.
A las 8 con una puntualidad británica salimos circulando del recinto por las calles de Toronto hacia el norte, mientras me concentraba en el cambio automático y en las indicaciones de mi GPS entre la tela de araña que son las calles de esta gran urbe. Visiblemente emocionados por llegar a nuestro ansiado destino, el Parque Nacional Algonquin..uno de los más extensos del país con 7653 kilómetros cuadrados, más de 2400 lagos formados por glaciares, entre su fauna se encuentran osos, marmotas, castores, armiños y como no el animal por excelencia, el Alce.



Tras aproximadamente 279 km por la carretera 60, entramos entre frondosos bosques de abetos, pinos y cipreses. Un gran cartel nos indicaba la entrada al Parque Nacional, no muy lejos se encontraba el puesto de información de la entrada Oeste donde se adquieren los permisos para acampar y aparcar los vehículos, ticket que hay que poner bien visible en el parabrisas.
14 kilómetros después, llegamos a un desvío donde un cartel rezaba.."The Portage Store", el lugar que habíamos escogido a las orillas de Canoe Lake, uno de los lagos más grandes y bonitos del Parque Nacional. Allí íbamos a alquilar una canoa canadiense. El lugar era increíble, un enorme lago de agua efecto espejo, salpicada de islotes, rodeada de un frondoso bosque de abetos y arces con sus hojas en tornándose ya en color rojo icono de Canadá. Montamos en el bote y tras el empujón comenzamos a dar nuestros primeros remos absurdos hasta que tomamos dirección al centro del lago, indescriptible la sensación, la satisfacción de estar navegando en uno de los lugares más bellos del mundo.









Unión station. 9:00 de la mañana,
Una voz casi gutural anunció la próxima salida del tren de Vía Rail dirección a Montreal con alguna parada rápida en otras localidades. Era un viejo tren aunque sorprendentemente confortable, espacioso y limpio pero bastante lento.. perfecto para disfrutar del bonito paisaje. Se presentó el asistente de nuestro vagón en un perfecto castellano aprendido como monitor de ocio en cruceros por el Mediterráneo, lo demostró con pequeños espectáculos de magia que entusiasmaron a los pasajeros.
Llegamos a Gare centrale, la estación de tren de Montreal, ciudad francófona.
Esta estación comunica o esta enlazada con los Path de la ciudad..Los Pahts son túneles peatonales subterráneos que recorren la ciudad, decenas de ellos equipados por tiendas, restaurantes, supermercados, Cines y que enlazan con los más importantes edificios de la ciudad con el objeto de no tener que salir a la calle durante el frío invierno que cubre todo con metros de nieve.
Salimos al exterior en zona anglofona, en el llamado 'barrio de los espectáculos dónde teníamos nuestro apartamento.

Eran las 18:00,
demasiado tarde para comprar así que salimos a descubrir la ciudad hacia Vieux Montreal, antes atravesando las grandes puertas de entrada a Chinatown de Montreal donadas por el gobierno chino.
Entramos en zona francófona, edificios de estilo francés, visitando la iglesia de Notre Dame, copia a la de París (de pago), Champs du mars con su Ayuntamiento, la Plaza de Armas, el antiguo mercado, los decepcionantes y viejos muelles a la orilla del río San Lorenzo frente a la isla de la Expo del 67..






Cenamos en un restaurante en rue Saint-Paul plagado de ellos...en la provincia de Quebec (En restaurantes y hosteleria en general suman dos tasas a la cuenta, una ya existente en todo Canadá más otra que aún siendo una cantidad mínima ésta no sale reflejada y a de ser calculada por uno mismo.)
Teníamos ganas de naturaleza así que a la mañana siguiente visitamos Mont Royal o como es conocido aquí la "montaña". Más de 200 hectáreas de bosque dentro de la ciudad, desde su punto más elevado un Mirador muestra las mejores vistas de Montreal y alrededores..




El frondoso bosque hacía refrescar la temperatura hasta en 5 grados aproximadamente, la humedad lo cubría todo incluso después de bastantes días sin llover. En su parte media se encuentra el lago de los castores, aunque estos no cuentan entre su fauna..sí, marmotas, mapaches, ardillas comunes, ratones de campo y multitud de aves.. todo un respiro de aire fresco para el ajetreo de la ciudad. Muchos montrealinos lo visitan a diario para relajarse, hacer deporte, pasear..





Junto a la montaña se encuentra la zona anglófona más marcada donde realmente la ciudad emerge y la vida diaria transcurre entre sus calles, los pocos rascacielos se encuentran en ellas. Rue Sainte- Catherine una de las más largas y comerciales avenidas de Montreal que enlaza su parte oeste más comercial con su zona media exclusivamente de espectáculos..cines, cabarets, salas de conciertos, pubs y al esté con la Place des Arts y el barrio gay donde en época estival y casi por sorpresa puedes encontrar festivales en cualquiera de sus calles, como la fiesta de fin de verano que encontramos por la noche en Boulevard Saint Laurent, varios escenarios cortaban la vía por los dos puntos.. música alternativa, DJs, rock sonaban por toda la zona.
Muy cerca, una bandera multicolor anunciaba la zona gay de la ciudad, adornada con miles de globos rosas que tapizaban el techo de la calle.
Mareas de adolescentes acudían en masa hacia el festival.. pronto el frío, los metros de nieve y el duro invierno los mantendrán en sus domicilios.

De nuevo tomamos el Via Rail,
el tren dirección esta vez a Quebec, la capital de la provincia, declarada su zona antigua del siglo XVIII como patrimonio de la humanidad, teníamos muchas ganas de conocer esta vieja y bella ciudad de la que tanto habíamos oído hablar..
Salimos de la estación de tren de Palais, con aspecto de pequeño aeropuerto situado en las orillas del comienzo de la desembocadura del río San Lorenzo en el golfo del mismo nombre.




La tarde era oscura y fresca, un cielo nublado le daba una imagen de gran belleza ala gran colina dónde se encuentra el Castillo de chateau Frontenac, hoy en día un majestuoso hotel no apto para cualquier bolsillo. Observábamos las antiguas casas oscuras por la humedad y el paso del tiempo desde la época de la colonización francesa, dejamos atrás el Hôtel de Dieu Quebec, el hospital más antiguo del Norte América.  Tomamos rue Saint-Jean, una de las calles principales y comerciales del Vieux Quebec hasta llegar a las fortificaciones, junto al parque de l'esplanade un pequeño parking hacía de parada a media docena de viejos carruajes en espera de ser alquilados, frente a ellos se encontraba Rue Sainte Anne, allí teníamos nuestro apartamento en un edificio histórico situado en la zona más bella y auténtica de Quebec todo un lujazo.
Nadie nos esperaba, marcamos un código y las puertas se abrieron.
"Hay veces que visitas una ciudad y encuentras tú rincón favorito.. acogedor, bonitas vistas, un lugar romántico, cumple algún significado"...todos esos requisitos los cumplía...' Le parc du bastión de la reina', un precioso, pequeño y cuidado jardín junto a la ciudadela. Era completamente de noche, las nubes ocultaban la luna y una tímida lluvia no impedía quedarte boquiabierto ante la belleza de la vieja y poco iluminada ciudad..
Una fuerte sirena anunciaba la llegada al puerto de un enorme crucero alterando así el silencio de esta tranquila parte de la ciudad, al otro lado del caudaloso río unas lejanas y tintineantes luces situaba la pequeña localidad de Levis.




Uno de los puntos más altos de Quebec donde se puede observar la ciudad antigua con sus cúpulas verdes iluminadas, el chateau Frontenac, el río San Lorenzo hasta la Ile d'Orleans.
Los Quebequenses orgullosos y nostálgicos con su pasado francés el 90% tiene su como primera y única lengua el francés.




Una ciudad para pasear.. sus grandes espacios verdes, Cap Blanc, ciudadela, callejear por Sainte Anne, Saint Paul, visitar la Basílica de Notre Dame de Quebec, convento de las Ursulinas, la catedral de Santa Trinidad, el Ayuntamiento, recorrer la preciosa terraza Dufferin, el lugar más fotografiado de Quebec. Tomar el funicular u optar bajar caminando por las empinadas escaleras hasta la plaza Royale, el pequeño barrio de Quartier Petit Champlain, lleno de tiendas y restaurantes de época. Probar las tradicionales y exquisitas lenguas de castor, (Queue de castor) situado en Boulevard Champlain, frente a los muelles dónde atracan los grandes cruceros y el barco de excursiones que visita la isla de Orleans y el Golfo de San Lorenzo en busca de ballenas.






Las tenues luces amarillas de las calles iluminaban insuficientemente la noche cerrada y de nuevo el cielo comenzaba a encapotarse con grandes nubes grises de tormenta, sorprendentemente el ambiente era cálido en diferencia en las noches anteriores. Adelantamos la vuelta a casa mientras un viento frío comenzó a desgastar las nubes. El olor a humedad lo impregnaba todo y aparecieron relámpagos en el horizonte, extendiéndose poco a poco por todo el cielo. Algunas grandes gotas caían aisladas mientras abríamos las grandes y pesadas puertas de madera de nuestro viejo edificio del siglo XIX, las explosiones de luz en el cielo se veían reflejadas en el techo de nuestro dormitorio, los segundos entre cada trueno indicaban la cercanía de la tormenta. Cuando el cielo rompió a llover, cada vez más hasta producir un fuerte estruendo.
El agua comenzó a bajar por las calles formando pequeños ríos..Me acosté, el silencio sólo era alterado por los débiles truenos que ya se alejaban en la distancia, el sonido del agua me relajaba, cerré los ojos....


Sorprendentemente el día siguiente salió con el cielo limpio y despejado, la mañana era fresca pero el sol calentaría el día. Esperábamos el bus azul de la línea 800 que no tardó en llegar, tomó dirección a Beauport, bonito y tranquilo pueblo a las afueras de Quebec.
Tras algo más de media hora llegamos a final de linea, el amable conductor nos indicó el camino a tomar..el sonido de agua ya se apreciaba, una espesa vegetación escondía la pasarela colgante sobre el la catarata Montmorency de 83 metros de altura, 30 metros más alta que las del Niágara.


Unas escaleras de madera bajan hasta la base de la caída con unos miradores por el camino, un paseo agradable y refrescante en el verano.. En invierno está se congela, se forma una pequeña montaña de nieve y hielo en su base llamada 'Pan de Azúcar'. Así que cualquier época es buena para disfrutarla espectacular.




Esa misma noche terminamos en el lugar donde comenzamos.. 'El parque del bastión de la reina', mi rincón favorito de Quebec.. Esta vez el cielo despejado mostraba todo su esplendor, una gran luna iluminaba el río San Lorenzo, nos apostamos sobre un pequeño murete y observamos por última vez el bello y viejo Quebec.


Un pequeño avión DHC 8-400 de hélices nos trasladó de nuevo a Toronto.
Seguía haciendo muchísimo calor en la ciudad, está vez empapelada con unas iniciales..."TIFF" en naranja, significaba Toronto International Film Festival, que se celebran esos días, una marea de estrellas de Hollywood lo visitan promocionando sus películas sobre las alfombras rojas que adornaban todo el centro..
Aprovechando esto..un set de rodaje repetía una y otra vez sin descanso una corta escena en el cruce de Church con Front St...


De nuevo llegamos a nuestro primer alojamiento en Canadá y tras cambiarnos de ropa decidimos pasar nuestro último día en la isla de Toronto y aprovechar el calor en las playas, esta vez muy tranquilas. Las solitarias torres de vigilancia con ausencia de esta indicaban ya el final del verano..Algunas parejas y otras personas solitarias disfrutaban el sol en sus toallas, en el agua solo algunos sky surfistas aprovechando la brisa para desplazarse rápidamente..










Oscurecía y la falta de luz en la isla nos hizo acelerar la marcha entre los angostos y oscuros caminos. Algunas casas iluminadas mostraban su interior..llegamos al otro lado de la isla y ahí estaba de nuevo el Skyline, nos sentamos en un banco estratégicamente colocado hacia el magnífico espectáculo de luces.
Ahí estábamos sentados en el banco que portaba una pequeña chapita con una romántica dedicatoria de alguien al amor de su vida...nos miramos y permanecimos en silencio....