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lunes, 27 de enero de 2014

NUEVA YORK; La capital del mundo..

Dicen que Nueva York puede enamorar o aborrecer pero no deja indiferente. Era un viaje muy deseado, mi primer transoceánico. El vuelo fué tranquilo y no se hizo largo.
La llegada ya deparaba la primera anécdota, nos retuvieron en la pista de aterrizaje, los bomberos apagaban un fuego en un avión que ardía en pleno JFK.
Tras plasmar mis huellas dactilares en inmigración y la fotografía rutinaria, ya me tenían fichado...
Subí en el Air Train que rodea todas las terminales y que enlazaba con el metro.
Tras 28 paradas bajé en Fulton street, en pleno Manhattan junto en la salida del metro se encontraba mi pequeño apartamento en un edificio de estilo Georgiano, que constaba de una planta con sala, cocina compartida y 5 habitaciones.
A la derecha la zona cero, a la izquierda el puente de Brooklyn y una calle por delante, Wall Street.
Revisé la habitación y me duché. Estaba algo cansado pero muerto de ganas de conocer Manhattan. Así que me calcé unas buenas zapatillas para andar y bajé a la calle.  Comencé a caminar hacía el norte y enseguida llegué a Time Square.


Miles de neones de colores iluminaban la céntrica plaza abarrotada de turistas y Neoyorquinos entrando y saliendo de los distintos locales de ocio, tiendas y cines que salpicaban las aceras.
Algunos freelance voceaban intentando vender distintos Tours y actividades a los miles de turistas allí concentrados, al fondo se distinguía la gran escalera roja qué sirve de base para hacer miles instantáneas por su gran visión de Time Square.
El cielo ya oscurecía y no quería alejarme mucho de mi alojamiento así que tras un buen rato algo aturdido por el ruido, el tráfico, las luces.. decidí bajar hacia la zona financiera.
Me desvié de mi camino y me dejé llevar. Esta vez me encontré en la orilla de East River junto al puente de Brooklyn y del Pier 17 mientras el sol se ponía.
Allí estaba apoyado en la barandilla disfrutando de la brisa, escuchando los sonidos de los botes y observando como el sol desaparecía en el horizonte y las luces de los rascacielos comenzaban a dibujar la silueta de la mejor ciudad del mundo.
Al día siguiente desayuné temprano en el Starbucks de la esquina, los brokers hacía fila en la calle, recogían su pedido y salían por otra puerta con el café en la manos hacia la zona financiera.
Ojeé mi plano y mientras terminaba con mi café talla xl decidí que comenzaría haciendo una solemne visita la Zona Cero. En obras con la intención de construir varios rascacielos aunque todavía continuaban buscando la profundidad necesaria y acabarían levantando el One World trade Center de hoy en día.  Ya no se dislumbraba nada de lo que hacía unos años atrás había ocurrido en ese mismo lugar.
Una pequeña iglesia que se encontraba allí mismo, tenía recuerdos de la catástrofe donde perdieron la vida miles de personas. Pancartas de otros estados se hermanaban y apoyaban a Nueva York, fotos de desaparecidos se agolpaban por muchos sitios con cientos de velas que iluminaban el interior.
Se me puso la carne de gallina al observar el traje de un bombero que permanecía sentado inmune a los años en el último banco todavía sucio por los escombros. Es el recordatorio de la atención a muchos de los heridos civiles y bomberos en aquel lugar.
Salí de la iglesia y Tomé el metro, bajé en China town, parecía otro país dentro de la misma ciudad, las calles inundadas de luminosos carteles en chino, tiendas de comestibles dónde los pollos laqueados colgaban boca abajo esperando ser vendidos, otros alimentos asiáticos se vendían al parecer con pocas medidas higiénicas, no sería yo quién pondría a prueba mi salud. Otros chinos reclamaban a voces mi atención, quizás para intentarme vender alguna falsificación. Salí de Chinatown y sin darme cuenta entraba en Litle Italy,


Restaurantes y pizzerías colmaban las calles. Tenía hambre y me dejé captar por un italiano con pinta de mafioso que enseguida me acomodó en la peor mesa del restaurante, junto a la cocina y los servicios.
Las paredes acumulaban polvo y retratos de capos del celuloide.
Un par de horas más tarde ya caminaba por la Quinta Avenida entre mareas de compradores. Tiendas de lujo con Dj's, espectáculos, famosas modelos y música en vivo daba la bienvenida a posibles clientes.
Observé un gran tubo de goma instalado a la salida de aire de una alcantarilla por la que el vapor hacía efecto de chimenea y ocultaba el cartel de la famosa joyería Tiffanys, dónde Audrey Hepburn desayunaba con diamantes..
Seguí paseando y apareció a mi izquierda, el edificio Rockefeller Center y su pista de patinaje. En el recibidor se encuentra una tienda de la compañia de TV CBS dónde puedes adquirir objetos de merchandaising de las últimas series de televisión. Una buena idea, si le echáis algo de morro, es que os coléis en los ascensores del edificio y subáis a la última planta, las vistas son magníficas.
Más tarde cruzando la calle visité la grandiosa Catedral de San Patricio muy querida por los inmigrantes irlandeses y los neoyorquinos en general.
Los edificios de la familia Tramp y el Hotel Plaza, escoltaban la entrada de Central Park, un inmenso oasis de césped, un paréntesis en la frenética vida de los Neoyorquinos, jardines, lagos, una pista de patinaje, zoólogico, canchas de beisbol y todo en medio de la ciudad. Me lo recorrí paseando a buen ritmo mientras los carros de caballos me adelantaban junto a habituales corredores.
Salí por Park Avenue, allí me encontré con el disco conmemorativo a John Lennon que rezaba "Imagine", cerca de allí tenía su vivienda y dónde fue asesinado.
No es recomendable visitar Central Park por la noche, sobre todo contra más al norte.
Al día siguiente amaneció un día lluvioso así que lo ocupé en visitar museos, obligatorio el de Historia Natural, ciencia, naturaleza, historia.. muy muy recomendable.
Por la tarde me dirigí hacia la orilla del Hudson, en el Pier 86, se encuentra el Intrepid, un barco portaviones dónde se encuentra el último Concorde, un submarino y el interior del barco repleto de aviones.
Afortunadamente los siguientes días salieron despejados. No más de 20 minutos de espera en el Hall, cogí el primer ascensor hacia la planta 86 del Empire State, creo recordar que se cogen hasta 3 ascensores más para llegar al mirador. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, la sensación térmica era más fría entre 6 u 8 grados que en la calle y sobre todo por las sobrecogedoras vistas de las cuatro caras de Manhattan, el inmenso Central Park al norte, el edificio Chrysler y los Hudson y el East river y a los lados, en el sur el Sky Line y más cercano el edificio Flatiron qué es el edificio en forma de plancha de estilo beaux art, muy querido en Nueva York.


Las sirenas se presumían muy lejanas, miles de taxis amarillos se apreciaban por toda las calles. La valla del Mirador le quitaba un poco de romanticismo al lugar, aunque por otro lado muy recomendable dado el alto número de suicidios acaecidos aquí durante la Gran Depresión..
Durante la visita al exclusivo barrio del Soho, me sentí como estar dentro de una película de Woody Allen, vida en las calles, edificios y locales de artistas bohemios, tiendas de moda urbana...
Un detective de color, anotaba datos en una libreta, en presencia de un grupo de personas cuando de repente escuché un gran número de sirenas acercarse, pasaron ante mí más de veinte vehículos Ford Crown Victoria de policía que causaban expectación entre los turistas, resultaban ser simulacros programados y conometrados que se hacían muy habitualmente tras el1de septiembre.


A la mañana siguiente, tomé el enorme barco naranja, el State Island ferry en Battery Park ( gratuito) y pasé ante la gran Estatua de la Libertad, entonces aún no se podía visitar, pero el pequeño trayecto no desmejoraba, continuó acercándose a Ellis Island y atracando en State Island.
Desde la orilla de la bahía se podía disfrutar del bellísimo Sky Line y de la tranquilidad de esta parte de la ciudad.
Los siguientes días ya sintiéndome como un Neoyorquino más, me coloqué música en los cascos y comencé a pasear, crucé a Brooklyn por el famoso puente, mientras fotografíaban a unas modelos presumiblemente famosas por la expectación que causaban.
Me colé por error entre los extras de rodaje de una película, desayuné en medio de una iglesia invitado por una señora mayor de color, que extrañamente se empeñaba en abrazarme mientras en el altar, un supuesto sacerdote protestante tocaba la guitarra eléctrica al son de una música muy rockera, los confetis y los globos de colores le daban un extraño ambiente a la iglesia pero todo ello me fascinaba..
Después paseé por Battery Park disfrutando del sol mientras daba cuenta de uno de los muchos perritos calientes que comí durante mis días en Nueva York. Como no, me colé en varios parques de bomberos, algo muy turístico.
Se agotaban los días y aún que yo me sentía algo cansado me daba la impresión de dejarme muchas cosas en el tintero, parecía algo irreal ver cosas que anteriormente ya había visto en televisión. Me sorprendió la calidez de la gente, en más de una ocasión se acercaron a ofrecerme ayuda.
Debo decir que la ciudad me enamoró, el ambiente, la multiculturalidad, religiones, todo en concordancia, todo el mundo tiene su oportunidad en esta ciudad.
Como no, mi vuelo de vuelta me tenía una sorpresa, una gran tormenta no hizo retrasar mi vuelo, ya dentro del avión el agua golpeaba fuerte y los rayos pasaban tan cerca que retumbaban e iluminaban el interior de la cabina, éramos pocos los pasajeros pero nos miramos algo preocupados mientras comenzaban las turbulencias...cerré los ojos y pensé en las experiencias vívidas durante esos ultimos días y que volvería de nuevo me hizo sonreir...

4 comentarios:

  1. New york la gran cuidad que tanto vemos en series y en peliculas, has acentuado mis ganas de conocerla .... espero que algún día.. de momento seguiré viendo Castle o sexo en Nueva York o las pelis de Woody Allen...

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  2. NY, ciudad de grandes contrastes y civilizaciones. Tal como salíamos del hotel, te encontrabas con gente de muy diferente cultura, llamaba la atención, ver a las 8 de la mañana gente trajeadas camino del trabajo, con deportivas con patines y su café y donut de los carritos. O judíos con sus maletines, fácil de reconocer por sus gorritos, los mayores amos de los diamantes, jeejje.. El barrio de los samis, me recordaba mucho a la casa de la pradera, las ropas sobre todo, recuerdo que el guía nos pidió que no les hiciésemos fotos, no les gustaba. Sus barrios, de norte a sur y este a oeste y porque no la Estatua de la Libertad. Da igual el tiempo que estés, siempre te quedas corta. Es una manera de volver a la Gran Manzana...

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    1. Cierto Alicia, multitud de culturas unidas en una gran ciudad. La verdad es que no ví Amis..Dónde estaban?..Es verdad que siempre te quedan cosas por ver..es otro de los lugares que tengo seguro que volveré y espero sea pronto..un saludo

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